SÓLO ES UN VIEJO INDEFENSO…
Una historia de horror y vergüenza, injusticia y odio…
“Nunca pensaste en lo que el viejito necesitaba, sólo en lo tuyo, en ti…” El coraje le invade su mente y sólo habló del viejito y de ella.
Y habló mucho, me platicó lo que sentía de ella y de él, realmente platicó mucho de forma incontenible, recordaba cosas y sus ojos se nublaban, la voz se le cortaba y contenía el llanto hasta que lo soltó, no aguantó más por recordar todos aquellos años que vivió en ese lugar con el viejito… “Ella dijo que era suyo, que lo había comprado, ¡mentira!” Habló desahogándose.
Dijo que acabaste con él, lentamente y poco a poco fue muriendo y llorando en silencio, sus últimos seis años fueron un espantoso infierno porque no se enteró en carne propia lo que vivió antes por ti, lo que tú hiciste amparada de su miedo por su ancianidad, seguramente los años anteriores fueron iguales o peores gracias a ti…
Le invade la mente el coraje de tan sólo pensar en lo que hizo con él; sólo ella pudo haberlo hacho, lo acabó y murió enojado, deprimido, la soberbia, tu avaricia, coraje y enojo te cegaron, pero sobre todo ser tan miserable y tu hermosa soberbia, mucho más que de costumbre; tu gordura mujer es el plan de Dios para hacerte evolucionar y sufrir en esta tierra de santos locos, es para que le informes a todos que estás enojada con el mundo pero más contigo misma y no te has dado cuenta, eres una muerta viviente… Ernesto hablaba de ella sin parar, yo tomaba nota y escuchaba todo, empezaba a ser interesante. Decía sobre ella: guardas tantas penas en esa panza que tú misma no las aguantas, el desamor está ahí, el coraje se mantiene vivo trabajando a cada momento y en cada respiración que haces, es tan grande el odio al mundo que no lo sabes trasmutar y lo guardas ahí, tu enojo contigo hacia ti también lo mantienes guardado en ese lugar; pobre mujer rica desesperadamente pobre eres…
Platicaba y lo escuchaba, lloraba y lo esperaba, tomaba notas mientras secaba sus lágrimas y la grabadora capturaba su voz. Lo que escuchaba era inaudito, increíble y la historia me empezaba a gustar, digna de escribirse como lo pidió, se trataba de un asesinato lento y muy bien planeado, quizá mejor que la “Crónica de una muerte anunciada”, aquí no hubo disparos ni veneno, fue una muerte lenta y pausada, a esto apuntaba cuando el doctor le recetó Ritalin, trataba de quitarlo de en medio a cualquier costo, al final, según lo platicó Ernesto logró hacerlo. Ella posee una mente maquiavélica tristemente huérfana de moral y misericordia, a su Dios reza cada vez que puede o durante todo el día por no tener nada que hacer, fastidia a su servidumbre con caprichos tontos y locos porque en nada ocupa su tiempo; entre otras muchas cosas platicaba el chofer cuando lo veía.
Y ahí estaba Ernesto aún llorando, quejándose de todo aquello que vivió durante esos años bajo el yugo económico y la falsa moral que, según él, lo había notado desde el principio cuando llegó a vivir con el viejito. Luego de secar lágrimas y habiendo suspirado prosiguió, lo escuchaba y tomaba algunas notas…
Acabaste con el viejito como acabaste con tu madre, de un sólo tajo, con una jeringa de quién sabe qué cosa, lo mataste en la madrugada de aquel 15 de diciembre cuando en silencio llegó la enfermera a su habitación en el hospital y la introdujo en la manguera del suero, expiró a la hora, se escuchó suave y ligero aquel último suspiro, el viejito “al que amabas”, el de tus molestias, corajes y “preocupaciones” dejó de existir en esta tierra, lo mataste como a tu madre…
El dinero es nuevo para ti, no naciste con él, el dinero te ha crecido mucho, te crees la reina del mundo, te crees la reina gorda de Botero que controla al mundo y no es así, alguien te mal informó y así lo creíste, si no te controlas a ti misma ¿cómo vas a controlar al mundo?
Esa barriga delata tus penas y tu cara cómo las lloras, tu mente está vacía de verdades y llena de antigüedades, de relatos y mentiras que has creído porque no las viviste, todo te lo han platicado, de cuentos y mentiras has vivido tus últimos años, tú las fabricas y lo hiso tu madre antes de morir, fue tan mala, tan llena de odio, envidia y coraje desde joven, el viejito lo platicó, enojada en vida siempre actuó mal, tan mal como tú ahora y así vivió hasta que murió. Lo heredaste de ella todo hasta la gordura y estatura, el ejemplo que te dio, la vida que recibiste y mira el gran ejemplo, hoy lo sabes y no quieres enfrentarlo, estás llena de miedos que ignoras, según tu demostrando una valentía falsa y efímera, y ese gran ejemplo lo tienes ahí, “ella no murió en paz” la miraste y guardaste silencio, le adelantaste el camino como poseedora de la verdad y el destino de cualquiera, pobrecitas ambas, no murió en paz como su padre y tu tío, parientes ambos, y el padre de Ernesto también tu pariente, lloraste en silencio sin reconocer nada… Pero y tú ¿cómo verás de frente a la muerte que ya está junto a ti? Seguramente que igual o peor porque la cuota que pagarás será doble, pero eso es tuyo y esperan que puedas manejarlo como con las ajenas…
Ernesto miraba a un lado y a otro sin dejar de hablar, la tristeza de saber que existe gente así lo llenaba de rabia y sentía, platicaba, una gran impotencia ante el poder falso de esa gente que lo consigue con la doble moral y asesinatos físicos y mentales, robando hasta el último suspiro en ocasiones por conseguir ser el grande y poderoso para llenar sus bolsillos de dinero que ahí queda cuando los poderosos mueren, pero la soberbia, le comenté, será el arma enérgica que acabará con ellos tarde o temprano. Continuó hablando luego de un suspiro que le dio fuerzas, la energía suficiente para recordarlo todo de un tirón y no parar…
Acabaste con él tan lentamente como estás acabando contigo, le quitaste todo como todo te lo quitarán a ti, creencia o verdad nadie lo sabe, pero todo lo que has hecho lo pagarás doble y doble será tu castigo porque más que nada eres ignorante de ti misma, de los demás, de Dios, tu ambición no te deja ver más allá de tu chequera, no te deja sentir más allá de tu barriga y no te deja amar más allá de lo que puede ser un pastel de fruta, por eso te has quedado sola y no lo sabes, por eso nadie te hace caso y el viejito lo dijo claramente antes de morir, “no es alguien bueno, quien engaña y se aprovecha de alguien no es buena persona, no confíes, cuídate mucho…” Le dijo a Ernesto antes de irse para emprender el viaje más largo de su vida, le gustaba viajar y viajó tanto como quiso durante su juventud, y está disfrutando de su viaje y está en donde tu jamás llegarás porque eres mala y él era bueno, muy bueno porque era él como quiso ser siempre, nunca lo entendiste porque tu mente no te dio para más…
Tu creíste que valían más los marfiles, vajillas, lámparas y mesas, adornos y más adornos que un gesto de amor y comprensión y un fajo de billetes para hacerlo feliz durante sus últimos años, tú creíste y no entendiste, lástima porque eso es pasado y no lo puedes arreglar, ya pasó tu momento de hacerlo feliz y no aprovechaste, al contrario, infeliz lo hiciste, creíste que con solucionar el problema económico te amaría y no fue así, le dabas miedo y eso lo enmudeció los últimos años, sentía odio y no supo cómo expresarlo, prefirió no hablar y así vivir, tú lo sabes, deprimido por ti, acabado por la desesperación de saberse sin nada y depender de ti por unos cuantos billetes que no eran y fueron nunca nada para lo que tienes, lo demostraste así cuando compraste al juez para que lanzaran a quien lo cuidaba de la casa del viejito que tampoco pagaste nunca, limosnear fue lo que hiciste y nunca podrás negarlo, lo sabes y lo sabemos todos, que buen negocio…
Mari, Mará no ves más allá de tu nariz y no te has dado cuenta de nada, no sabes nada… Son las palabras que Ernesto siempre ha querido decirte y aquí están, una a una colocadas en este escrito, Mari pero si tan sólo hubieras entendido y sido sincera, limpia y libre, lejos de tantos engaños y tenido un poco de misericordia la vida hubiera sido diferente, y el hubiera es la excusa de los ignorantes y tontos, aquí bien vale decirlo, sin embargo tu coraje lo patentaste muy bien el último día, la envidia te corroyó todo espacio en el interior de tus huesos, eso es grave y no lo sabes, tus ganas de vivir se han terminado, tu muerte está próxima lo sabes, tus ideas son tuyas a nadie le importan porque no eres importante ni lo serás nunca, crees que lo eres pero ¿qué pasaría si un día lo perdieras todo y tuvieras que vivir de la misericordia y gentileza de alguna persona, ¿existiría en ese momento esa persona? ¿Te lo has preguntado? Y así Ernesto pregunta, ¿qué harías si de repente y de frente se te presentara Dios y en ese momento te ordenara que fueras realmente feliz, sería tu única salvación para lo que crees que es la vida eterna, qué harías? ¿Podrías ser feliz entonces…?
Una pregunta muy fuerte y difícil de responder pensé de inmediato al escucharlo, “no es tan fácil ser realmente feliz y menos cuando se es como ella…” aseveró y en silencio lo escuchaba, apenas estaba conociendo a María y ya me causaba miedo encontrarla o conocerla físicamente. Continuó hablando, si no puedes ver la felicidad en la demás gente, no te digo que en tu familia o tus conocidos, en cualquier persona y más aún en la que no quieres y hasta odias, es porque no eres feliz y no puedes verla en ti misma. Y no me refiero a la felicidad que da ir al súper y gastar diez mil pesos, ni a la que te da un viaje o estrenar un auto nuevo, es la del corazón, la felicidad que sientes cuando ayudas a alguien porque nace de tu alma, por la que lo das todo sin esperar nada a cambio, esa felicidad que el ser humano está olvidando poco a poco, la que enseñó ese Cristo que vino y muchos creyeron en él pero otros no y otros lo han olvidado, no soy cristiano pero tenía la razón y no muchos lo entendieron, también él murió enojado por eso mismo, porque no lo entendieron… Terminó diciendo y en silencio trataba de comprender lo que había dicho me partió de tajo el corazón y el cerebro porque también lo había olvidado, era su razón y creencia pero estaba de acuerdo con él, y esa mujer según lo que platicaba no tenía nada de eso. Es María dijo, un demonio vacío de todo sentimiento, cerraba los ojos y apretaba los labios, cree que por ayudar a la iglesia y cuidar nietos se ganará el cielo, bueno, el que ella cree existe, seguro ha de creer que tiene un cielo exclusivo o que hay un cielo solamente para millonarios, es una desquiciada…
Quedamos en silencio varios minutos, aproveché para servirme un café y otro para él, mientras pensé la pregunta obligada, el dilema era cómo hacerla, no se trataba de una entrevista, era una historia que el amigo me platicaba para escribirla y publicarla si la autorizaba. La pregunta sería fuerte, quizá no la respondería pero valdría la pena, estaba seguro que tocaría fibras sensibles y la respuesta sería o no, verdad o mentira sólo esperaba me dijera algo con respecto a lo que había platicado. Lo miré tan apabullado y triste que pensaba en si decir la pregunta, por ser mi amigo llegó inclusive a darme algo de pena pero en el fondo sentía que tenía que hacerla, ni modo así las cosas cuando se es lo que yo, un platicador y escritor de historias.
Regresé y le entregué el café y tomé asiento, miré la grabadora aún funcionando, conversamos algunas cosas fuera del tema y luego aprovechando el silencio le pregunté sin temor, ¿amigo y qué sientes por la tal María, ha de ser mucho odio, no? Me volteó a ver y dijo, pues fíjate que no, podría ser y cualquiera lo podría pensar pero no, la verdad es que ya sentí el odio por ella y su familia hace tiempo, poco a poco lo fui trasmutando en amor y sólo he pedido al universo o Dios, como quieras, que los bendiga a todos, son muertos vivientes que andan y están en el mundo sin saber por y para qué, son ignorantes de muchas cosas como también saben muchas otras, me refiero a ignorantes porque no saben de la esencia humana, del espíritu, seguramente vale más para ellos lo material que lo referente al espíritu, no lo sé, pero lo que sí sé es que ella está perdida, si supiera realmente lo que es el espíritu y Dios no hubiera actuado como lo hiso con el viejito, simplemente su trabajo era hacerlo feliz y no sucedió así, tratando siempre de controlarlo todo, de tenerlo todo, quizá hubo algunos deseos incompletos cuando pequeña y siendo adulto con mucho dinero “los hiso realidad”, aunque mal actuado pero logró su cometido que no importa, al final son simplemente cosas y las cosas son las que menos valen ¿no crees…? Me sorprendió, sabiendo parte de la historia trataba de entenderlo, sólo perdonó y bendijo a quien debería odiar por lo que les había hecho al viejito y a él, ignoré también cómo nombrar este detalle… Luego continuó halando.
El asunto es simplemente que no se le dio el trato al viejito que se merecía, eso fue todo, como quien lo cuidaba y estaba gran parte del tiempo con él, Ernesto no importaba, recordó cuando cayó al piso y llegando a su casa lo encontró en la cocina tirado, desde hacía más de cinco horas porque no se podía levantar por sí solo, en segundos se agachó para levantarlo, en esos segundos pasó por su mente la impotencia de no poder darle la juventud y energía para que se valiera por él mismo, de no poder regresar el tiempo quince o veinte años para que el viejito volviera a ser normal, eso le amarga el corazón y el alma misma, pero la vida es así y fue real…
Ella no sabía nada de lo que sucedía en la casa del viejito, sólo preguntaba sin demostrar preocupación, la demostraba a veces solamente para decir a los demás que estaba al tanto, tenía un mandadero que todo lo veía por ella, y el viejito siempre triste, pensativo mirando a la pared y escuchando la radio, noticias de Jacobo, recetas de cocina y otros programas que a la mejor ni escuchaba. El día fuerte cuando llegó del trabajo y lo escuchó llorando, larga la tristeza y largo el llanto sin parar gracias a ella, estando sentado y él de pie lo abrazó y acarició su cabeza calva, se entregó recargándola en su vientre, le pasaba las manos por las húmedas y arrugadas mejillas sintiendo al final la papada que caía, piel áspera y casi seca de un hombre de muchos años, sus manos temblorosas trataban de tomar las del joven y logró hacerlo en cierto momento pero la falta de fuerza le impidió mantenerlas, trataba de apretar pero no podía, lentamente se resbalaban y caían hasta su regazo, Ernesto sentía las manos mojadas gracias a las lágrimas derramadas por el viejo, escuchaba su lamento y las ganas de hablar y gritar atoradas en su garganta sin fuerza para hacerlo, parecía un bebé buscando a su madre pero ya no estaba, sólo él quien acudía a su llamado cada vez que lo necesitaba y en ese momento de necesidad una vez más ahí se encontraban el uno al otro, como padre e hijo, sentía una fuerza muy grande de su parte que le decía que lo abrazara y así lo hacía, lo abrazaba tan fuerte y amorosamente como podía, deseaba consolarlo pero el llanto no le permitía, lo dejaba libre tratando de abrazarlo más para que sintiera que estaba con él y no estaba solo, que supiera y sintiera que tenía el amor de alguien junto a él que estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de que fuera feliz, que regresara de su depresión y que volvieran a él las ganas de vivir, de seguir siendo nada más, estaban solos, Isa, su mujer y compañera que lo visitaba cada semana no estaba, sería hasta el día siguiente cuando fuera a verlo, continuaba el llanto y trataba de hablar, apenas y podía, apenas y se le entendía, ya no puedo más, le decía al joven, ya no… Escuchaba apenas y le ganaba el llanto, continuaba acariciando aquellas viejas y degastadas mejillas, su barba rasposa por la barba del día, volvió a decir, gracias mijo… Era la primera vez que lo dijo, no era su hijo… El joven aún tratando de consolarlo tenía un nudo en la garganta, no podía llorar actuaba como el fuerte del momento, el que acariciaba y el que estaba ahí para consolar…
Llegó la calma, le pidió agua y luego un tequila, le gustaba el tequila a cualquier hora, para el viejito el horario la noche y el día ya no existían, la hora ya era lo de menos, y le sirvió agua y una copa con tequila, apenas un trago de agua y luego uno largo de tequila, luego otro y terminó la copa, pidió otro más y le fue servido, tomó un trago y le dijo, ven siéntate aquí… Respiraba hondo y era observado, inquietante, decidido y levantando su mano temblorosa trataba de hablar, señalando hacia arriba, sus ojos rojos y aún húmedos, cristalizados por el llanto trataba de articular algo, no podía por el deseo de seguir llorando, aguantó las ganas y dijo lo sorprendente, la primera vez que lo hacía después de seis años de vivir con él y platicar tantas cosas, experiencias más que nada, ese día el llanto le dio fuerzas y sobre todo valentía, cierta energía de un anciano que no es común y en él sí, sólo ese día, el último que hablarían, sabía que pronto moriría pero no cuándo y cómo…
Solos estaban, él escuchaba al viejo terriblemente agotado por el llanto apenas podía suspirar para exhalar la primera palabra, parecía tranquilo pero su corazón y su alma lloraban a dueto, Ernesto lo podía escuchar con tan sólo mirarlo de frente como lo hacía sin parpadear esperaba sentado a que pronunciara la primera palabra y saber qué deseaba decirle, sonrió muy leve y dijo con la mano izquierda que lo esperara, el trago de tequila era primero y se lo llevó a la boca con la mano derecha, tan delicado como siempre lo fue, un sorbito y luego otro, dejó la copa en la mesa y lo miró serio, ya descansado y mucho más tranquilo, aún se le notaban los ojos vidriosos por el llanto pasado que deseaba brotar de nuevo, empezaban a temblar sus labios por el deseo de hablar claro y de corrido, sentía que faltaban fuerzas, sentía que no podía pero hacía el esfuerzo, estiró su mano y tomó la mano del joven, la apretaba tan fuerte como débil demostraba estar, para el viejo era su poca gran fuerza y el joven lo sentía así, fuerte y poderoso como lo conoció cuando fue joven y apuesto aquel viejo, hoy anciano y envuelto en una roída y antigua bata acabada por el uso y los años mostraba su flácido y delgado cuerpo, era lo que de él quedaba. Los años no pasaron en balde por aquel viejito que sólo era amor y ternura, sólo era él y no fastidiaba a nadie, aún respiraba y deseaba hablar, ser él una vez más por lo menos frente a ese joven con el que compartía esos momentos de angustia y depresión, por su mente seguramente pasaban escenas de cuando gozaba de la vida y lo tenía todo, amores fijos y pasajeros, un departamento a todo lujo que nadie lo tenía igual, fiestas, viajes, reuniones con amigos y amigos de los amigos que también eran sus amigas… Buena comida, buen vino y un experto en la alta cocina, aunque gustaba del caviar y la champaña odiaba las palomitas de maíz pero amaba los hot cakes, los cacahuates salados sin grasa y el tequila, la buena pasta y el jamón serrano, adoraba España y su música, de México la cuidad y Acapulco, lo comentó muchas veces, seguramente recordaba todo eso, la zanahoria en jugo mezclada con apio todas la mañanas o simplemente cuando despertaba, el café con leche y un pan dulce de repostería fina, y no se diga los chocolates suizos de preferencia amargo, y su cabeza recordaba y vivía esos momentos que muchos de ellos María se los había robado como tantas cosas más, pero lo mejor de aquellos momentos con Ernesto era que mucho de eso lo había compartido con él, con todo y sus muchos años de edad hacían de vez en cuando un festín en aquella cocina vieja pero muy cuidada, cocinaban y hacían comida fina, pero lo mejor era convivir con aquel viejito con tan vasta experiencia de la vida. Aún mantenía su mano apretando la de Ernesto, lo sentía y se sentía grande por lo que hacía el viejito en ese instante, esperaba a que hablara y apenas podía hacerlo, aunque ya con el tequila en su interior le costaba recuperar la energía, sus labios temblaban y miraba las manos tomadas entre sí, el piso y luego el techo, lo miraba y le sonreía, negaba con la cabeza lo que pensaba, lo miró de frente y empezó balbuceando, apenas se le entendía pero de pronto habló y fue claro… Mijo, sólo te digo una cosa… Ernesto forzaba el oído tratando de escucharlo todo con detalle, mira la vida hombre… cómo me ha tratado, todo bien… Volvió a sonreír en silencio para luego decir negando con la cabeza inquieta y por momentos desubicada. Nada es igual ahora, todo fue mucho mejor antes cuando era yo, hoy mira lo que me han hecho mijo… Volvió a sentir el escalofrío en la espalda al escucharlo hablar. Me han dejado sin nada, ni siquiera tres pesos para gastarlos a mi antojo… nada ni un chocolate puedo comprarme porque no tengo dinero… Tomaba aire, trataba de respirar hondo con trabajos, sus ojos se enrojecían una vez más y con trabajos trataba de hablar. Es que me dejaron sin nada, me ayudaron pero no era así… Negaba con la cabeza, lo sentía triste y sin ganas de nada, quedó en silencio un largo tiempo para luego decir casi dentro del llanto en el que ya estaba ahogada su mente y aguantaba. Es que mijo, pues me dejaron solo y sin nada… Volvió a repetir, continuó tratando de ganar energía en sus pulmones llenándolos de aire. Resultaron gente muy mala, no me quieren, ya lo sé… pero te digo una cosa, nunca dejes que nadie te maneje tus cosas, no confíes tus cosas a nadie nunca… mírame ahora como estoy… Y lloraba entonces hacia fuera, apretaba la mano con su fuerza tan fuerte para él como débil era en realidad, paró el llanto unos segundos para decir. Ya no puedo más… viví tantas cosas en mi vida pero nunca pensé terminar así… Y el llanto se desbocó como de una presa saltan y caen sus aguas…. Pero viejo, le decía, ten fe, las cosas pueden arreglarse, nuevamente sintió el apretón de mano y el viejito se le adelantó ya más tranquilo. ¿No viste en mi fiesta cómo nadie me hizo caso, sólo palabras que ni escuché dijeron y ya, viste eso…? Viejito hermoso ten fe, le decía Ernesto, se trata sólo de que seas feliz… No, no ya no puede ser, ya no puedo más con nada… ni conmigo puedo…
Ella y sólo ella es la culpable decía sin parar, agitado por lo que había platicado y triste no deseaba mirarlo, fijaba su vista a la taza de café y luego de un rato lo miró negando rápidamente con la cabeza. Él fue como su padre, lo sentía así desde hacía muchos años y cuando tuvo la oportunidad de vivir en su casa la vida le cambió en segundos, sentía una felicidad extraña que lo hacía estar junto al viejito cada vez que podía, vivió bien y sin problemas, por el viejito rompió con su pareja, a ella no le gustaba y él prefirió a su viejito al que amaba, así de complicado y así de fácil es la vida cuando se tiene una definición coherente que se siente, sólo te lleva por el camino de la felicidad, lo demás es lo de menos decía, María sabrá lo que hace, sabrá para dónde va su mente y espíritu llenos de tantos demonios que nunca la dejarán en paz, es tarde para recuperar el amor, no, pero sólo está en ella y como es ella quién sabe… Continuaba diciendo y yo asombrado por lo que platicaba lo escuchaba con atención vigilante. Aquí el asunto, dijo, es que se cometió una gran injusticia, pero estaba seguro que existía un Dios y se había hecho la “real justicia divina”, él había logrado que ella se diera cuenta de que no todos se le arrodillaban y humillaban, no se sometió en ningún momento y la enfrentó con valentía costara lo que costara, le demostró su honor y nobleza, luego de tanto alegato la bendijo y le deseó lo mejor a ella y su familia sin olvidar nunca al viejito, alguien tenía que hablar y actuar por él, fue Ernesto quien lo hiso, fue el joven que apretó la mano del viejito con amor y ternura, quien le dijo el último adiós cuando aún comprendía, cuando todavía estaba en la tierra y no perdido en la nada, le dio el último beso que sintió con su mirada triste y sin saber qué decirle aquel 11 de diciembre, solos el viejito y él, nadie más lo supo y escuchó cuando le dijo “te amo viejito…” Y fue el último adiós nunca más lo volvió a ver, no se vieron más y cada uno tomó su camino, a la nada y en la tierra, le dolió su partida y lo soportó pensando en que estaría mejor, ya no sufriría y María jamás volvería a saber de él, se quedó con todo pero no le importó ya, lo que a unos importa a otros no, la injusticia se cometió y para él ahí quedó, para otros continuará trabajando la justicia divina hasta terminar con lo negativo, si es hasta la muerte y con el castigo de caminar por mil vidas más, nadie escapa a esa justicia que es la única hasta entender que en la vida se evoluciona y ya… Hablaba de manera tranquila y menos agitado, lo escuchaba y sin involucrarme pensaba en el trago amargo que habría pasado por todo aquello, pero en realidad estaba muy calmado, al final después de haberse desahogado ya tenía una mirada diferente, de paz, como cuando lo conocí, era su forma de ser y más aún me sorprendió con su perdón, ese perdón que muchos hemos olvidado y es fundamental para la paz interna del ser humano, porque según Ernesto “nadie puede perdonar a nadie si no se ha perdonado así mismo, lo que no hagas primero contigo y en ti no se podrá hacer con nadie…” Dijo y lo entendí, por mi parte tendría que empezar a saber cómo se hace todo eso porque hace falta…
Sentí que llegábamos al final cundo tomaba el último trago de café y encendía el primer cigarro del día, eran casi las seis de la tarde y no paramos en ningún momento, me miró de frente y sonrió, fumó y habló. No sabes cómo te agradezco este tiempo amigo, sólo espero un buen trabajo de tu parte y que lo escribas de tal manera que se sienta algo de lo que sentí cuando sucedió todo esto, decía, y terminó con algo que volvió a sorprenderme. Nadie se salva de nada, nadie es impoluto como para decir que lo es y lo sabe todo, nadie tiene poder de nada mientras no lo tenga con sí mismo y sólo se puede decir que no hay religión ni Dios que valga o sirva si no has leído y experimentado a Atisha y lo que habla del perdón, ahí está todo, terminó. Cuando tú no te has perdonado a ti mismo sólo diré que no hay confesión ni bendición ni comunión ni hostia que te pueda perdonar… María que Dios te bendiga…
Después de una hora partió y me quedé hasta la madrugada escribiendo todo esto…
“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder…”
FiN
Texto y fotos: Reg. 2012 - México - Luis Miguel Cobo
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